¿Viene la edad de las máquinas y se termina la edad del hombre? O una nueva época de colaboración y empatía?
¿Las máquinas nos van a conquistar a la película Terminator? ¿Vamos a terminar a la WALL-E (Pixar 2008)? ¿Gordos e inmóviles, comiendo chatarra en una nave especial controlada por computadoras?
Todos ya vivimos conectados al celular, a alguna Tablet, laptop, o bien a la tele; y vivimos con una ansiedad espantosa de estar desconectados; o como me dijo el otro día la señora de la limpieza “sin el celular no soy nadie”. ¿Si no se registra un evento en Facebook, entonces no sucedió? Escuchamos todo el tiempo a los comentaristas lamentarse que la tecnología nos está coartando la creatividad, que los Millenials ya no platican, sólo “mensajean”. Y bueno, mucho es muy cierto: estamos perdiendo la habilidad de conectarnos, conectarnos realmente; sentir ese calorcito en el pecho de identificación, de sentir empatía.
Pero hay algunos que profesan que la tecnología nos está haciendo más inteligentes. En su libro, Eres más inteligente de lo que piensas (You are smarter than you think, 2014) Thompson presenta el ejemplo de Big Blue, la súper computadora que derrotó a Kasparov el campeón de ajedrez mundial en 1997, con un nuevo giro.
Un año después de la gran derrota, Kasparov decidió entender qué pasaría si unía un jugador de ajedrez, con una computadora. El híbrido combinaría la velocidad de procesamiento de una máquina, con la intuición humana: un verdadero Centauro. El equipo humano-máquina se conformaba por un jugador de ajedrez promedio y una simple computadora; lograban ganarles consistentemente a las computadoras más poderosas. El atributo principal que tenía el equipo ganador era la habilidad de colaborar mejor con sus máquina.
El punto es que la “inteligencia artificial” no le gana aún a la “inteligencia amplificada”; la simbiosis de interacción entre el humano y la máquina genera una combinación ganadora. Este centaurohíbrido concibe la posibilidad de crear nuevas y mejores soluciones para diagnosticar enfermedades, resolver crímenes, y volvernos más inteligentes de lo que creemos que somos.
Sin embargo, existe una larga historia de resistencia al cambio. Socrates como uno de los primeros pesimistas, pronosticaba que la escritura destruiría la tradición griega de la dialéctica, perderíamos el uso de la memoria al anotarlo todo. Pero Socrates no logró vislumbrar la posibilidad de explorar pensamientos más profundos y complejos, al disminuir la necesidad de recordarlo todo. Cuando no tenemos que guardar todo en el cerebro, el cerebro se puede ocupar de pensar, en lugar de guardar.
La tecnología creó un mundo moderno, la fuerza física se volvió casi irrelevante y la educación se convirtió en un camino hacia una mejor vida. Estamos en un punto en la historia en donde las máquinas inteligentes están empezando a reemplazar el poder cognitivo del hombre. Esta revolución, tal como la revolución industrial viene a cambiar las reglas del juego. Más que el conocimiento o la inteligencia; lo que determinará el éxito será la habilidad de colaborar, la habilidad de conectarse con los demás.
Los expertos están hablando de la Economía de la Empatía, porque la empatía es la esencia que fomenta la conexión. Es el pegamento que fortalece nuestras relaciones; “entender las circunstancias de otro humano sin racionalización, ni juicio” (Brene Brown). Para manejar a la gente de manera exitosa necesitamos entenderlos como personas, no sólo como trabajadores. Los profesionistas que entiendan y fomenten la empatía en sus equipos, tendrán equipos menos disfuncionales, más motivados, con mayor sentido de pertenencia y finalmente mucho más exitosos.